Sexto aniversario Noviembre 5 del 2017

¿Quién fue Jaime para mí y yo para él?

-recuerdos sueltos de memoria histórica personal-

al celebrar la Eucaristía en el sexto aniversario de su partida

5 de noviembre del 2017

 

En la ya larga existencia de mi vida religiosa, cobijada por el alero amoroso de Don Bosco, tan sólo compartí  5 años con el P. Jaime Rodríguez Forero, como compañero en una misma casa salesiana.

 

Permítanme, queridos amigos,  pensar en voz alta sobre Jaime desde tres puntos de vista: el amigo, el educador y el sacerdote.

 

El amigo

 

Con Jaime nos conocimos en el Colegio Salesiano del Sagrado Corazón de Jesús, situado en el municipio de Mosquera, en ese tiempo un pequeño y lejano pueblito sabanero. Mi encuentro con Jaime se dio, justamente, al día siguiente de mi ingreso a ese centro de enseñanza en condición de alumno interno, el día 31 de enero de 1.943, mi primera fiesta de don Bosco, experiencia que aún recuerdo. Yo llegué allí para iniciar el bachillerato, motivado por una invitación especial del director de la casa, el P. Rafael Alvarez Flégel, de nacionalidad venezolana, hombre muy cercano a mi familia y amigo de mi padre.

 

Debido a la orientación vocacional que la Sociedad Salesiana le daba a este instituto, se le conocía más con el nombre de aspirantado salesiano. Como compañeros de colegio, desde el día en que nos relacionamos los dos Jaimes, compartimos una etapa infantil inolvidable de conocimiento y de amistad. Aunque internos en un mismo claustro, inicialmente nos separaban el nivel escolar (Jaime había entrado dos año antes) y mi condición de primíparo, (situación ésta, nunca exenta de sorpresas y de originales tomaduras de pelo).

 

A Jaime me acercaron desde el momento en que nos distinguimos el ser tocayo, su alegría desbordante, su habilidad en crear nexos de cercanía, su simpatía de adolescente y su preocupación sincera y solidaria con los nuevos alumnos.

 

Fogoso, entusiasta, Jaime aparecía en todo. Pocas actividades escapaban a su vivacidad, una de ellas fue el canto, cuya voz, afición y aptitud por el arte musical no le eran afines.

 

Desde esos años de niño, Jaime ya se distinguía por  características de liderazgo que, más tarde,  como hijo de Don Bosco, lo convertirían en dechado de educador,  de investigador y de guía religioso.

 

Disciplinado estudiante, Jaime encontró en Mosquera a tres salesianos que marcaron su vida de manera muy particular: el primero de ellos fue el recién ordenado sacerdote, el P. José Rosario Vaccaro, su profesor de latín y el mentor espiritual que lo convirtió no sólo en un fervoroso latinista, sino en un entusiasta animador juvenil en actividades académicas tan variadas como teatro, concursos de declamación, certámenes literarios, etc…, acciones  importantes  para mantener en alto la dinámica del aprendizaje propio en un ambiente de internado. 

 

El segundo fue nuestro querido asistente, posteriormente Cardenal Rosalio Castillo Lara, profesor de español y amigo  inolvidable. Jaime conservó con él contacto permanente, proximidad de pensamiento y gratitud manifiesta.

 

El tercero, fue el P. Francisco Van Galen, de nacionalidad holandesa, dotado de rígido carácter, enérgico en sus decisiones, apasionado por el bienestar de sus alumnos, por la música y la dirección coral. Era un ejemplo de pastor. El, con un muy noble sentido de cariño, de aprecio  y de orientación pedagógica imprimió en el comportamiento de Jaime rasgos definidos de reciedumbre y de responsabilidad que caracterizaron su impronta salesiana y sacerdotal. 

 

En el aspirantado, cuando se trataba de hacer viva la alegría salesiana en el ambiente colectivo, era fácil encontrar a Jaime en puestos de vanguardia. En el frenesí que despertaban en nosotros el recreo diario, los paseos de todo un día, los juegos scouts, los bazares de las fiestas salesianas, la participación en la banda de guerra y los concursos catequísticos Jaime habitualmente fue protagonista. 

 

Por esa época existían las llamadas compañías, asociacionismo juvenil orientado a fomentar la formación humana-cristiana y a fortalecer los valores religiosos. En dos de ellas (Compañía de San Luis y del Santísimo) a las que Jaime perteneció como socio, siempre ocupó responsabilidades directivas.

 

En síntesis, donde había fuego de alegría juvenil, Jaime nunca estuvo ausente.

 

Con convicción, fervor espiritual y un bagaje de riqueza humana, Jaime hizo solicitud de ingresar al noviciado salesiano, donde profesó como seguidor de Jesús y de don Bosco en enero del año 47.  En 1.949, Nuevamente en Mosquera, en el período de formación llamado filosofado, y ya como salesianos profesos, compartimos, con Jaime, dos años de estudios académicos y religiosos. Nuestro líder formador fue el P. Vaccaro. 

 

Por tratarse de una etapa  de maduración personal en lo intelectual, en lo moral y en lo salesiano, nuestra comunidad compuesta por jóvenes religiosos entre los 18 – 22 años, se desenvolvía en la aplicación al estudio, al deporte, a la oración y a una práctica pastoral de animación infantil llamada oratorio dominical. En este período de mayor interrelación humana y espiritual fui descubriendo en Jaime su exquisita sensibilidad social, su vena literaria, su habilidad lingüística, su profundidad académica y la exuberancia de su personalidad. 

 

Disponibilidad en la acción, franqueza en el hablar, agilidad idiomática, un proyecto personal de vida fincado en el Sistema Preventivo de Don Bosco, significatividad de ser alguien para los demás, inconformidad con lo mediocre y rechazo a ser uno del montón, fueron delineando en él una promesa de esperanza para la Inspectoría salesiana.

 

El educador

 

Año 1.953. En una dimensión  de trabajo salesiano, como compañeros codo a codo, los dos Jaimes compartimos la experiencia del tirocinio, una experiencia ideada por Don Bosco para que sus salesianos jóvenes  orientaran y fortalecieran, en la práctica, de la responsabilidad educativo-pastoral en el campo escolar.  Mediante este ejercicio, con duración normal de un trienio, el seminarista salesiano trata de identificar el ser con el hacer de la vida salesiana. En este contexto, los jóvenes aspirantes al sacerdocio y previo a los estudios teológicos se desempeñan, con dedicación y sacrificio, como docentes-educadores, como animadores juveniles, como líderes religiosos y como fac totum de una casa salesiana.

 

Al tirocinante, se le llama  asistente. Es una período de tres años de adiestramiento, caracterizado por una intensa y febril actividad donde un joven religioso despliega tanta energía pastoral en el carisma de don Bosco, que las 24 horas le son insuficientes. 

 

A Jaime y a mí nos correspondió con otros dos compañeros Gonzalo Ochoa –hoy misionero en Brasil entre los indígenas Bororos y Jorge Nieto –ex inspector de la Provincia de Medellín y hoy fallecido- ser los asistentes del aspirantado salesiano en Mosquera durante el año de 1.953. Jaime por hallarse en el último año de tirocinio, se convirtió en nuestro maestro.

 

Por esos años la Inspectoría tenía diversos internados y la tarea habitual del tirocinante  cobijaba una responsabilidad tan alta de trabajo que normalmente cada uno de los asistentes debía responder por 30 ó más horas de clase semanales, asistente de patio y animador deportivo, asistente de comedor, asistente de dormitorio, corrector de tareas individuales y generalmente, emprendedor creativo de actividades adicionales de carácter artístico, cultural, deportivo y religioso. 

 

Cuánta riqueza compartimos y aprendimos mutuamente con Jaime en ese feliz 1.953 en el Colegio Salesiano de Mosquera. Con relativa frecuencia, cuando nos encontrábamos ya como adultos mayores, rememorábamos esos heroicos y creativos momentos de experiencia salesiana.

 

Por su exitosa hoja de vida, como estudiante y como asistente salesiano, Jaime fue seleccionado para continuar su formación profesional sacerdotal en Italia. La meta de su llegada fue la capital del antiguo Reino del Piamonte, Turín, la ciudad donde don Bosco afirmó para el mundo la obra salesiana. Su primera sede universitaria y lugar donde realizó sus estudios teológicos fue  La Crocetta, muy cerca de la Casa Madre y de la Basílica dedicada a María Auxiliadora, el gran amor de su vida consagrada.

 

Roma, París…y otros centros  del saber fueron, con el paso de los tiempos, vertientes de intelectualidad y de enriquecimiento cultural para la inquieta personalidad Jaime.  Su pasión por la investigación en los campos de la educación y de las ciencias sociales lo llevó, con distinción, a diferentes escenarios nacionales e internacionales, en calidad de investigador, autor científico, catedrático y conferencista.

 

Sacerdote

 

Desde su primera Misa, Jaime fue un permanente enamorado de su consagración sacerdotal, profesión a la que le dio inmensa importancia, responsabilidad y relieve. Ser un ministro según el corazón de Dios en la tierra, fue el objetivo definitivo de su vida. Ser un apóstol para los jóvenes, para los enfermos y para la multitud de amigos que rodearon su existencia, fue su pasión.

 

Muchísimas veces concelebré con él la Eucaristía, donde gracias al don de la palabra que poseía, sus homilías pronunciadas con exquisita calidad literaria y profundo contenido teológico hacían del Sacrificio Eucarístico un momento muy particular de encuentro con el Señor.

 

Jaime se ufanaba de que en su larga vida sacerdotal (55 años), jamás había dejado un día sin celebrar la Eucaristía. En el ocaso de su existencia, gravemente enfermo y postrado en su lecho,  yo tuve la gran satisfacción de celebrar con Jaime su última Misa en la clínica Shaio, el 3 de Noviembre del 2.011 a las 7.30 de la noche. No obstante la dificultad que le imponía la máscara de oxígeno, Jaime, con gran esfuerzo, no dejó de balbucear cada una de las palabras de la fórmula consagratoria  y deglutir el pan sagrado humedecido con la sangre de Cristo. Qué bello testimonio de autenticidad sacerdotal.  Al amanecer del día siguiente, Jaime cerró los ojos para siempre al recibir, minutos después, una pequeña fracción del Pan Eucarístico

 

Para Jaime la celebración diaria no consistía en un simple rito. Como me lo comentó un día, él se esforzaba por hacer del diario sacrificio eucarístico la celebración de la vida, como si fuese, para él, la primera y/o la última Misa. 

 

Es que, para Jaime celebrar la vida desde su dimensión sacerdotal, significaba involucrar la comunidad que lo acompañaba, entrar en la realidad del otro para comprenderlo, descifrar los desafíos consecuentes y aportar con su testimonio, con su palabra y con los medios a su alcance, la respuesta eficaz, correspondiente a la actitud evangélica del buen samaritano.

 

El Centro JBO durante su proceso de construcción, encontró en Jaime un respaldo fraterno, crítico y realista. Frente a los diversos obstáculos de factibilidad, propios de un proyecto ambicioso en lo económico, en lo educativo y en lo social, Jaime fue para mí un consejero positivo, sincero y optimista. No puedo olvidar ese gesto testimonial de generosidad que él tuvo al haber sugerido a la red de admiradores que quisieron acompañarle en su jubileo sacerdotal, celebrado en el Colegio salesiano de León XIII, el  29 de Junio del 2.006, que los obsequios con los que sus amigos deseaban homenajear sus bodas de oro fueran en dinero.

 

El objetivo lo tenía claro: apoyar la construcción del Jardín Infantil del Centro JBO,  destinado a facilitar a  los bebés de los aprendices un lugar digno que les permitiera desatenderse temporalmente de sus responsabilidad de padres, mientras desarrollaban sus capacidades técnicas en el entrenamiento laboral que les ofrecía el Centro.

 

Con algo más de $30.000.000,oo, ofrenda conmemorativa recibida por Jaime en su solemne Eucaristía de 50 años de sacerdocio y cedida de manera generosa al Centro JBO, el Jardín infantil, -entonces en proceso de construcción-, recibió una importante inyección presupuestal que permitió agilizar su construcción, solemnemente inaugurada el 25 de Julio del 2,009.

 

Gracias Jaime por haber sido en la tierra: mi amigo, mi compañero, mi hermano de Congregación, mi colega en el sacerdocio. Pido a Dios me conceda compartir contigo la felicidad eterna en la casa del Padre.

 

P. Jaime García Cuéllar sdb

05 – 11 – 2.017

 

 

Quinto aniversario Noviembre 4 del 2016

Queridos amigos: El Señor nos ha reunido hoy en torno a su altar en el marco de la ÚLTIMA CENA que celebró Él con sus discípulos y que, según su mandato, marca su permanencia con nosotros hasta el fin de nuestra peregrinación en este mundo. Uno de los indicadores de nuestro camino es el Padre Jaime Rodríguez Forero. Hoy hacemos memoria también de él, de su vida y su acción en medio de nosotros. La Eucaristía siempre es la mejor ocasión de dar gracias al Señor por sus dones que han hecho apresurado nuestro paso hacia la Meta; uno de esos dones por agradecer es el Padre Jaime.

 

Providencialmente recordamos hoy, y ya es por segunda vez en estos cinco años, la memoria de San Carlos Borromeo, un modelo de Pastor que muy probablemente tuvo también el P. Jaime ante sus ojos. Creo que a los amigos del P. Jaime y a todos los colaboradores de la FUNDACIÓN PADRE JAIME nos hace mucho bien el evocar a estos dos amigos. Muy someramente podemos ver cómo los santos han dado siempre una respuesta generosa al llamamiento que Dios les hizo y son muy conscientes de los recursos que Él mismo les ha entregado para la realización de la misión que Él les ha confiado. Estos hechos que evocamos de San Carlos Borromeo y del P. Jaime, en forma de presente de indicativo, también nos incluyen como peregrinos y como creyentes.

 

1º San Carlos Borromeo: Buttler en su síntesis biográfica menciona un texto de la Sagrada Escritura como expresión sintética de alguien que toma en serio esta Palabra de Jesús: “Quien ahorra su vida, la pierde, pero el que gasta su vida por Mí, la ganará”. Estimo que quienes se llaman “Carlos” saben lo que significa: “hombre prudente”. La muerte de su hermano mayor fue un signo que le llevó a centrar su vida en lo esencial. Renunció a sus riquezas y se preparó oportunamente para su misión: a los 21 años Doctor en Derecho y como los caminos del Señor no son nuestros caminos, Pío IV, tío suyo por parte de su madre (Margarita de Medici), lo ordena sacerdote y lo nombra Administrador de la arquidiócesis de Milán (1563). Se le confió luego la supervisión del Catecismo del Concilio de Trento. El tiempo le alcanza para todo: con su diócesis a distancia es nombrado, además, Secretario de Estado en la expresión moderna.

 

Empleó su influencia y su energía para que Pío IV llevara a concluir el Concilio de Trento. Según Buttler, él fue el director intelectual y el espíritu rector de la tercera y última sesión del Concilio de Trento. Se le confió luego la supervisión de la publicación del Catecismo del Concilio de Trento, la reforma de los libros litúrgicos y de la música sagrada. Llegó Milán en 1556, que había permanecido durante 80 años sin obispo residente y estaba en un estado deplorable. Organizó retiros para el clero y él mismo los hacía dos veces al año. Por medio de concilios provinciales, sínodos diocesanos y múltiples instrucciones pastorales, San Carlos aplicó progresivamente las medidas necesarias para la reforma del clero y del pueblo. No contento con imponer a los sacerdotes la obligación de enseñar públicamente el catecismo todos los domingos y días de fiesta, estableció la Cofradía de la Doctrina Cristiana, que llegó a contar, según se dice, con 740 escuelas, 3.000 catequistas y 40.000 alumnos. El santo predicó y catequizó por todas partes, destituyó a los clérigos indignos y los reemplazó por hombres capaces de restaurar la fe y las costumbres del pueblo. Su tarea principal consistió en formar un clero virtuoso y bien preparado. En Roveredo, el pueblo acusó al párroco de practicar la magia y el santo se vio obligado a degradarle y entregarle al brazo secular.

 

Su atención a los pobres y a los enfermos en la peste de Milán (1576-1578) fue otra de sus acciones de Pastor de la grey. En resumen, su vida toda fue la expresión de la Palabra de Jesús: “Quien ahorra su vida, la pierde, pero el que gasta su vida por Mí, la ganará”. El Señor lo preparó para el último paso en el mes de octubre. Al principio de la noche del 3 al 4 de noviembre murió apaciblemente mientras pronunciaba las palabras “Ecce venio”. Sólo tenía 46 años.

 

2º El Padre Jaime Rodríguez Forero. Guardadas las proporciones, el P. Jaime cumplió la tarea, como hijo de Don Bosco, en el campo que el Señor le indicó. La misión, especialmente en los Centros de formación de miles de adolescentes y jóvenes en muchas presencias salesianas de nuestra patria; asumió la atención pastoral con los enfermos de Hansen hasta el final de sus días en las Semanas Santas de Agua de Dios; fue pionero en la buena administración de las capacidades que Dios le dio para servir en campos como la sociología (el primer Doctor de la Congregación Salesiana), en la Pedagogía del Sistema Preventivo Salesiano, en el apoyo decidido para formar bien a los salesianos en las etapas de su formación (Estudiantado Filosófico, Estudiantado Teológico Internacional Salesiano en Bogotá), pionero en el servicio de la Palabra en la Predicación (algunos de los libros cuidadosamente publicados por Rosemary León son testimonio de ello); pionero en el interés por hallar y presentar las figuras más destacadas de los salesianos que han servido a la misión de la Congregación en Colombia. Además, y no es poco, la atención a tantos destinatarios muy concretos como sus exalumnos u otras personas a las que dedicaba tiempo, recursos (como al Centro de acogida del Jardín preescolar en la presencia de JUAN BOSCO OBRERO) y la correspondencia con muchísimas personas que acompañaba humana y espiritualmente. Esto último es un trabajo comparable a los volúmenes de la correspondencia de San Carlos Borromeo y que apenas si se conoce. El secreto de toda su acción pastoral en favor de los más ‘pobres y abandonados’ está por escribir.

 

3º La Palabra explícita de hoy. Queridos hermanos: procuraré ser breve. La palabra del Señor en la Carta a los Romanos es perfecta para la memoria de quienes con su vida toda nos acompañaron en este mundo y que, desde el momento en que están en la Casa del Padre, continúan en comunión con nosotros y asegurando nuestros pasos inciertos. Este texto de Romanos 12, 3-13 es el texto clave de la FUNDACIÓN PADRE JAIME. Escuchémoslo nuevamente y dejémonos iluminar por él y recitemos la aclamación del salmo 88: “Cantaré eternamente tus misericordias, Señor”.

 

Queridos hermanos, repitamos este ejercicio con el texto del Evangelio de San Juan 10,11-16:  Proporcionalmente, Jesús nos quiere ver a todos como “Pastores que dan la vida por sus ovejas”, no nos quiere “asalariados”… “a los que nos les importan las ovejas”. Y una tarea más: ir a buscar las ovejas “que no son de su redil”… hasta que no se dé más que “un solo rebaño y un solo Pastor”.

 

Supliquemos finalmente al Señor, con la aclamación del salmo 88, nos conceda dar una respuesta generosa al llamamiento que Él nos hace:

 

• “CANTARÉ ETERNAMENTE LAS MISERICORDIAS DEL SEÑOR”.

 

• SEA ALABADO JESUCRISTO.

 

• SEA POR SIEMPRE BENDITO Y ALABADO.

 

 P. Martín A. Pongutá. H. SDB.

 

Bogotá D.C.,  4 de Noviembre del 2016


Cuarto aniversario Noviembre 4 del 2015

"Queridos hermanos, queridos amigos:  Unida a la Solemnidad de  TODOS LOS SANTOS, celebramos la memoria de dos salesianos que la Providencia nos ha colocado como indicadores cercanos de nuestro propio camino y, guardadas las proporciones, para  llevemos a cabo la obra que Dios quiere realizar en nosotros y con nosotros: El Cardenal Rosalio Castillo Lara sdb y el Padre Jaime Rodríguez Forero sdb. Dos amigos del Señor que como peregrinos de Emaús están ya con Él. Sólo la Sabiduría infinita de Dios nos puede explicar cómo hoy celebremos esta memoria de los amigos en la Solemnidad de todos los Santos: el vínculo sellado por el Señor nos ha congregado, Él une el tiempo de nuestro caminar en este mundo con la eternidad feliz de quienes nos preceden y nos esperan.

 

Nosotros nos hallamos en la etapa intermedia del camino y somos peregrinos hacia la Patria siguiendo los signos próximos que ellos nos dejaron, la tradición que ellos mismos siguieron y que muy bien nos participaron. La Liturgia es siempre el indicador más cercano para el creyente, es por esto que  hoy celebramos la Victoria final y, completando el cuadro, mañana celebraremos, por Bondad de Dios, la Conmemoración de todos los fieles difuntos. Considerado desde la eternidad de Dios nuestro anhelo quiere unir la puerta abierta, por la despedida de este mundo, con la del encuentro definitivo en la Meta de la esperanza que Dios nos promete.

 

En la práctica pedagogía asumida por Don Bosco siempre invitó a sus muchachos y a los salesianos a esa confrontación con el Amor providente de Dios, en el ejercicio mensual de la buena muerte. Ciertamente una tarea de la vida es el aprender, ojalá más temprano que tarde, la ley fundamental de la muerte. Es el nacimiento definitivo para Dios que todo ser humano, en un claroscuro pero necesariamente anhela, y que para el creyente es la siempre la creciente esperanza de su camino en este mundo: la Vida de Dios que es más fuerte que la muerte.

 

¿Pero, cuál es el camino? San Juan nos lo da en lo que nos dijo el Señor: “Yo soy el Camino y la Verdad y la Vida” (Jn 14, 6)… y el Evangelio de San Mateo que hemos escuchado (5, 1-12ª) nos lo describe muy de cerca: “Dichosos los pobres en el espíritu, los que lloran, los sufridos, los que tienen hambre y sed de la justicia, los misericordiosos, los limpios de corazón, los que trabajan por la paz, los perseguidos por causa de la justicia, los que son insultados, perseguidos, calumniados por la causa de Jesús… y concluye: “Estad alegres y contentos, porque vuestra recompensa será grande en el cielo”.  De nuevo, San Juan en su Primera carta nos lo completa muy bien: “Queridos, ahora somos hijos de Dios y aún no se revela lo que seremos” (3,2)… El Cardenal Rosalio Castillo Lara y el Padre Jaime Rodríguez Forero ya pasaron la gran tribulación, esa en la cual estamos nosotros todavía.

 

El Sermón de la montaña nos revela, nos da a conocer en la fe, la dimensión del llamamiento de Dios a nosotros peregrinos en este mundo. El Señor nos ofrece el puerto anhelado, la única seguridad, que está precisamente en el final del Camino, que es Él mismo y nos brinda, además, al hacer el camino paso tras paso, la suficiente serenidad para el trayecto que nos espera hasta llegar a la Patria verdadera. Alguien decía, y ciertamente con razón, que hay tantos caminos para la santidad como santos ha habido; sin embargo, el camino único es el de las bienaventuranzas que escuchamos hoy en el Evangelio de San Mateo.

 

Queridos amigos: que esta solemnidad de todos los santos despierte en nosotros el anhelo de encontrarnos, cuando Dios nos llame, al final nuestro camino con “la inmensa muchedumbre que nadie podía contar, de toda nación, raza, pueblo y lengua, de pie delante del trono y del Cordero con vestiduras blancas y palmas en sus manos”, que nos ha descrito el libro del Apocalipsis. Desde la perspectiva de la fe sabemos muy bien que, de acuerdo a la parábola del Maestro y Señor, sobre el grano de trigo, nada de él se pierde. Quien en este mundo entrega su vida la ganará para la vida eterna. (Jn 12,25). Nada de la vida que se entrega al Señor se perderá. Lo que hemos compartido de amor, amistad, comprensión, paciencia, ayuda, lo que hemos cargado de sufrimiento, de dolor estará con nosotros en el modo del Paraíso. Eso a lo cual hemos dado la importancia debida, que hemos anhelado y amado, para lo cual hemos vivido y padecido será recogido en el ámbito infinito de la Bondad  de Dios.

 

Esto vivieron y realizaron estos dos grandes salesianos que hoy recordamos en el marco de la Acción de Gracias, la Eucaristía, que estamos celebrando. Ellos nos han dado ejemplo de esta entrega al llamamiento del Señor. Ellos se nos adelantaron a recibir la corona del Señor, esa corona que nosotros, por la misericordia del Señor, esperamos también alcanzar. Don Bosco, cuyo bicentenario celebramos, por bondad de Dios escogió a San Francisco de Sales como Patrono. De él es el siguiente texto que seguramente fue luz para para el Cardenal Rosalio Castillo Lara y para el Padre Jaime Rodríguez Forero, y lo puede ser para nosotros, todavía peregrinos en este mundo:

 

 “El tiempo para buscar a Dios es la vida.

El tiempo para encontrar a Dios es la muerte.

El tiempo para poseer a Dios es la eternidad”.

 

Que el anhelo de ese encuentro final con todos los santos que Dios nos dio a largo del camino crezca en nosotros y se convierta en lo que muy bien expresó Pedro Casaldáliga, obispo y misionero en San Félix, Brasil, como el   

“Descubrimiento”

 Y llegaré de noche

con el gozoso espanto

de ver

por fin

que anduve

día a día

sobre

la misma palma de Tu Mano.

Que en esa eternidad feliz, la de las bienaventuranzas, por la Bondad infinita de Dios, nos encontremos todos siguiendo el modelo que nos dio en la santísima Virgen, cuyo último misterio glorioso nos lo recuerda: “La coronación de la Virgen María y la gloria de los ángeles y de los santos”. Los invito a ponernos de pie y a recitar juntos la “Salve Regina”. Ella es la primera de las creaturas en llegar a la meta. María Auxiliadora, como la invocaba Don Bosco, es la Madre a quien con confianza de hijos nos podemos dirigir siempre: “Dios te salve, Reina y Madre, Madre de misericordia… Bogotá, 1º de Noviembre de 2015.                                                                        P.  Martín Alonso Pongutá Hurtado sdb


Tercer aniversario Noviembre 4 del 2014

Queridos hermanos: En el marco de la Eucaristía, el modo como el Señor se despidió de sus discípulos en la ÚLTIMA CENA, de su Pasión y Muerte por nosotros y, ciertamente, de su Resurrección hacemos también memoria de un sacerdote salesiano muy querido por nosotros, el P. Jaime Rodríguez Forero. Mañana se cumplen tres años de esta despedida. Sabemos en la fe que Dios lo tiene consigo, que se nos adelantó y que nos espera. No podemos saber quién es el más impaciente por el reencuentro con él. Ojalá en esta Eucaristía se acreciente nuestra esperanza, nuestro anhelo de llegar a donde él ya está.

 

Esta memoria de hoy reviste un significado especial porque está precedida de la solemnidad de Todos los santos y de la Conmemoración de Todos los Difuntos. Hemos tenido ante nuestros ojos, en el ámbito de la Liturgia,  la perspectiva de la esperanza definitiva, a la que el Señor nos llama, y luego, hemos  renovado el vínculo de las personas con quienes estamos unidos  por el afecto, por la familia, por la amistad o más ampliamente porque nos han acompañado en el camino de nuestra vida, en el que todavía somos peregrinos. Nos conforta siempre el saber que, en la Bondad Infinita del Señor, Él nos llamará en nuestro mejor momento.

 

La intención central de esta Eucaristía es la de acompañar y orar al Dueño de la Mies, al Señor de la Viña, por las vocaciones sacerdotales salesianas. Sin duda fue una necesidad muy sentida tanto por el P. Jaime Rodríguez Forero como por Rosemary León, Exalumna y Cooperadora Salesiana, Cofundadora de la Fundación Padre Jaime. Dios cuida permanentemente su Viña, cuida continuamente su rebaño, pero también nos dio esa que para nosotros es su Palabra: “Pedidle al Dueño de la mies que mande obreros a su mies” (Lc 10,2). Fue la tarea confiada a Don Bosco y que el P. Jaime asumió como sacerdote salesiano.

 

Proporcionalmente el Señor nos ha comunicado personalmente su propia Palabra y la misión correspondiente. Cada uno de nosotros está llamado a precisar temprana y claramente, con la ayuda del Señor, su propio llamamiento y su propia misión. Pedro Casaldáliga lo enunció en una forma muy hermosa: “El llamamiento del Señor, tan precoz como la vida”. El Señor siempre nos da signos, indicadores claros de este llamamiento. Espero que podamos con la recurrencia de estas Eucaristías que el Señor nos da celebrar, poder narrar a quienes caminan con nosotros el llamamiento que el Señor nos hizo y cómo lo reconocimos.

 

Desde el punto de vista del tiempo: el mío es el siguiente: nací un 29 de octubre, conmemoración de don Miguel Rúa, el primer sucesor de Don Bosco. Fui bautizado el 7 de noviembre, fecha equidistante entre el 3 de noviembre, Memoria de San Martín de Porres, y el 11 de noviembre, Memoria de San Martín de Tours. Tengo la raíz de la fe de uno de los primeros testigos en Latinoamérica, y de Martín de Tours (Francia), cuyo nombre llevan muchos creyentes en la historia de la Iglesia. La distancia de fechas entre estos dos santos es de 4 días (el 4 de noviembre tuvo lugar la despedida del P. Jaime Rodríguez F.). Hay otras dos fechas cercanas: el 28 de octubre se celebra en la Iglesia universal la Fiesta de los apóstoles Simón y Judas Tadeo (Patrono de Tópaga, el pueblito donde nací); la otra fecha es la de mi ordenación sacerdotal: el 31 de octubre. La fecha de mi nacimiento, 29 de octubre une con el 29 de enero, la fecha de mi primera profesión como salesiano, y con la despedida de mi padre Julio Roberto (un 29 de mayo). Un 16 de julio hice mi primera comunión, en la Fiesta de la Virgen del Carmen. La primera presencia de los salesianos en Colombia tuvo lugar en el terreno donde se ubica el Santuario Nacional de la Virgen del Carmen, construido por un coadjutor salesiano: Don Juan Boscaglione.

 

Muy probablemente, si ustedes hacen el intento de esa lectura del tiempo, de las fechas más significativas en su vida, tendrán la alegría de reconocer la Providencia amorosa de Dios que permanentemente acompaña su caminar en este mundo. Esta lectura no tiene nada de banal, es la lectura de la propia historia con la mirada de Dios. Con razón alguien atribuía a San Francisco de Sales un pensamiento que es muy iluminador porque el poder creador de Dios es el que llama a la Vida y nos da esperanza:

 

“El tiempo para buscar a Dios es la vida.

El tiempo para hallar a Dios es la muerte.

El tiempo para poseerlo es la eternidad”.

 

Nuestra resurrección para la vida eterna es el infinito interés de Dios en cada uno de nosotros. Dios nos dará el puesto que nos tiene destinado desde toda la eternidad (Jn 14,1-6).

           

Todavía un recuerdo de la tarea que estamos llamados a realizar como “amigos del Padre Jaime” en su Fundación. Los textos de la Palabra de Dios hoy, en la fiesta de San Martín de Porres, son apenas para nosotros. San Pablo nos exhorta en la forma más amable que podamos imaginar a la unidad, que en el contexto de la memoria del Padre Jaime, nos autoriza a interpretar cómo trabajar unidos y denodadamente por las vocaciones sacerdotales salesianas. Invitar, apoyar, acompañar a todo adolescente o a todo joven que manifieste ser discípulo del Señor como sacerdote salesiano. En la actualidad, cuando los salesianos somos cada vez menos, quien invita, interpela y apoya es fundamentalmente el laico, ustedes. Ese es el banquete al que ustedes invitan y cuyos comensales sólo podrán pagarles al final del camino, no aquí en el tiempo de nuestra peregrinación.

           

Por último todavía algo que, dadas las circunstancias, sí pueden llevar a cabo: Rosemary León, la Cofundadora de la Fundación Padre Jaime, está muy delicada de salud y es ella quien, pese a todas las pruebas que le envía el Señor, lleva adelante la Fundación. Les invito a implorar con confianza de hijos al Señor, a María Auxiliadora, a Don Bosco y a todos los santos salesianos, la salud de Rosemary León.  

 

Que el Señor los acompañe, los bendiga y los premie.  ¡ALABADO SEA JESUCRISTO!

 

P. Martín Alonso Pongutá Hurtado SDB


Segundo aniversario Noviembre 4 del 2013

Queridos hermanos, ‘amigos del Padre Jaime’.  Esta denominación, ya familiar, nos une con el Señor de la Vida, con el Padre Jaime, con la Familia Salesiana presente y con quienes no pudieron acompañarnos hoy. Desde luego, en la Comunión de los Santos y en la conmemoración de todos los fieles difuntos que celebramos el 1° y el 2 de Noviembre, permaneceremos unidos.

 

Hoy hay un motivo más que vamos a tener en cuenta, la memoria de San Carlos Borromeo, el segundo gran Santo de la Diócesis de Milán. En este amplio marco estamos nosotros celebrando la Eucaristía en el segundo aniversario del paso a la ‘Casa del Padre’ de nuestro querido Padre Jaime Rodríguez Forero, Sacerdote salesiano.

  

1. El Padre Jaime Rodríguez Forero, Sacerdote salesiano, en el contexto de la Eucaristía del segundo aniversario:

a)  Ante nuestros ojos tenemos a los amigos que Dios llamó definitivamente a Sí y que “desean vernos”, preparan y se alegran de encontrarnos con ellos en el Misterio de la Gracia, de la Bondad del Señor en un día que sólo Dios conoce.

 

b) Ante nuestros ojos tenemos también, el modo como, quienes nos preceden en la fe, nos muestran su llegada definitiva a Dios. Ellos nos hacen ver el modo como hicieron para cumplir la adorable y santa Voluntad de Dios.

 

c) Ante nuestros ojos nos colocan  la esperanza de participar de la plenitud de Vida con el Señor Resucitado. En la realidad del tiempo y del espacio, la diferencia con respecto a ellos está en recorrer, como ellos lo hicieron, el camino de la cruz para llegar a la plenitud de Vida, que ellos ya poseen.

  

d) Hay todavía más: Con los ojos de la fe, sabemos que ellos interceden por nosotros ante el Padre; además,  el Padre Jaime intercede también por nosotros. La Comunión con los que ya llegaron, los Santos, y los que con nuestros pasos ‘humanamente’ inciertos, pero seguros de lo que no vemos, por la fe, esperamos unirnos a su exultación incompleta, para ellos y para nosotros, porque algo de lo nuestro ya está con Dios y somos portadores de algo de lo de ellos. En ellos es plenitud, en nosotros, es todo nuestro ser que anhela la unidad con ellos y con Dios. Ellos siguen nuestro caminar incierto y en alguna forma contemplan ya nuestra llegada.

 

2. Con los límites humanos, pero con la Bondad infinita de Dios, ¿qué podemos decir?, ¿cómo podemos comprender este momento de Gracia? O mejor, ¿Qué nos dice el Señor hoy?

  

a) El paso a la Casa del Padre para San Carlos Borromeo fue ayer, memoria en Colombia de San Martín de Porres, que cayó este año en domingo. El paso a la Casa del Padre para el querido Padre Jaime fue el 4 de Noviembre y hoy celebramos la Memoria de la Vida y la Acción de San Carlos Borromeo. Un Pastor excelente del rebaño que le fue confiado. Procuró que la Diócesis que le fue encomendada viviera el acontecimiento de la Gracia del Concilio de Trento. Especialmente con sus visitas pastorales procuró orientar, formar, animar e incluso corregir al clero y a los religiosos de la Diócesis de Milán. Fundó y cuidó los Seminarios con la atención y preparación adecuada del clero (para ciudades y para los campos), creó por primera vez una capacitación adecuada para los Laicos que debían colaborar en la acción pastoral. Fueron sólo 46 años de vida, pero en ellos supo cumplir la misión. Rindió su vida en la brecha, como el Buen Pastor, agotado, como Don Bosco, por el trabajo realizado en el surco. ¡Creo que esta figura puede muy bien iluminar, ayudar a comprender la existencia del Padre Jaime! Por ello he estimado bien no omitirlo. Espero no abusar de su bondad. El Señor Jesús es el Buen Pastor, por excelencia, pero nos ha señalado otros ejemplos de generosidad, de sacrificio a lo largo del camino.

 

b) Al Padre Jaime y, desde luego, a los Salesianos, Hijas de María Auxiliadora y miembros todos de la Familia Salesiana nos ha dado a Don Bosco, pero también a todos los que en otra forma se han encontrado o puedan encontrarse en su vida y en su acción, que continúa, porque nuestras acciones superan el ámbito incluso del tiempo y del espacio. Cada encuentro con esta mediación, que es Don Bosco, tiene su propia y concreta respuesta. El Padre Jaime dio también su respuesta. Poco a poco podremos, por Bondad de Dios, conocer mejor esa respuesta suya, que puede iluminar la nuestra en el momento que el Señor nos da vivir. Ese secreto cada uno de nosotros lo irá contando a los oyentes que el Señor nos coloque en el camino.

 

Yo he sido de los últimos en llegar y les revelo mi secreto; espero no fatigarlos. Estando todavía en el Posnoviciado Salesiano (allí pasé 15 años de mi vida como profesor de Filosofía), el P. Jaime me llamó un día por teléfono y me dijo que me tenía una sorpresa en el Colegio Salesiano de León XIII. Un requisito formal para los estatutos de la Fundación era la elección de su Suplente y él había pensado en mí. El objetivo de la FUNDACIÓN era el promover, apoyar, acompañar las vocaciones Sacerdotales salesianas. Me encontré con él en su sitio de trabajo, rodeado de las personas que conformarían la FUNDACIÓN PADRE JAIME. “A ese noble objetivo, yo no puedo decir no”, fue mi respuesta. Por motivos de la obediencia salesiana llegué al Colegio de León XIII el 29 de Enero de 2010, pero la despedida fue demasiado pronto: el 4 de noviembre de 2011 fue nuestro último encuentro en este mundo. Como ustedes comprenden muy bien, la tarea y la acción sigue.

 

c) Queridos ‘amigos del Padre Jaime’: Dentro de este contexto, permítanme una interpretación de las últimas acciones del Padre Jaime: la “Fundación Padre Jaime”, precisamente. La continuación de la vida y la acción del Padre Jaime está fundamentalmente señalada por él en la FUNDACIÓN PADRE JAIME. Quienes experimentamos su cercanía como Salesiano, amigo y Sacerdote, mediador de la Luz de lo Alto, sabemos que en la situación de la Inspectoría SAN PEDRO CLAVER  y de la CONGREGACIÓN SALESIANA son necesarios verdaderos continuadores de Don Bosco, de Don Rúa y tantos otros Salesianos, en el nivel del carisma original, y de los Salesianos que nos transmitieron ese impulso espiritual, apostólico, pedagógico, que fuimos asimilando en el ambiente de su formación (Seminarios Menores, AspirantadosNoviciadosy los Centros de Estudio como los Filosofados y los Teologados salesianos). Estas fases de la formación, Don Bosco nunca las delegaría: se correría el riesgo del cumplimiento de la misión.

 

d) La FUNDACIÓN PADRE JAIME se ha propuesto inicialmente apoyar a los Salesianos del SEMINARIO SALESIANO EL PORVENIR, que tiene estudiantes de la Región Caribe-Pacífico (Perú, Bolivia, Ecuador y Colombia). Hay una breve historia de esta acción que la FUNDACIÓN PADRE JAIME ha llevado adelante. Especialmente Rosemary León, Exalumna de las Hijas de María Auxiliadora, es quien ha cargado con el peso de la FUNDACIÓN, pese a las pruebas que el Señor le ha enviado, incluso con la de la enfermedad.

 

 

3. Rosemary León, como Cofundadora de la FUNDACIÓN PADRE JAIME, ha continuado llevando el peso de este trabajo. En este año ha preparado un libro de testimonios sobre el Padre Jaime, que pronto aparecerá, ha creado la página web de la Fundación, ha continuado con los encuentros de oración mensual por las vocaciones sacerdotales salesianas, ha organizado un encuentro con los Seminaristas que han recibido, además, el apoyo de carácter económico, ha continuado en comunicación con muchas personas amigas del Padre Jaime que han colaborado con sus aportes y muchas cosas más.

 

4. La memoria del Padre Jaime se nutre de la unión de nuestros recuerdos personales con el Señor y con lo que Él nos diga que llevemos a cabo. La amistad con el Padre Jaime está adquiriendo en esta forma la dimensión de la realidad natural y sobrenatural que debe tener. ¡Nuestra vida, nuestra acción, nuestras súplicas al Señor, todas las energías de nuestro ser buscan santos Sacerdotes salesianos! Las presencias sacerdotales salesianas, su renovación espiritual y su incremento, también en número, son necesidades urgentes. La Luz de lo Alto y la docilidad a lo que Dios nos inspire son un modo de seguir los modelos cercanos que la Providencia nos regala.

 

5. También para que nos animemos a esta misión, permítanme mencionar a Monseñor JULIO CAICEDO TELLEZ, el primer Obispo salesiano en Colombia: él veló siempre por los Seminarios tanto en Barranquilla como en Cali, incluso como profesor hasta el final de su vida. Esos son los ejemplos que debemos tener ante nuestros ojos: fue ejemplo permanente de la formación espiritual, pastoral, catequística de sus Sacerdotes.

 

6. El Padre Jaime que fue profesor y maestro espiritual de tantas generaciones nos está mostrando el camino: el trabajo de apoyo, espiritual y material a las vocaciones sacerdotales salesianas.

 

7. Toda verdadera renovación de una Diócesis, de una Congregación empieza con el anuncio de la BUENA NUEVA y con la interpelación a continuarla. Id y haced discípulos (Mt 29, 19). El trabajo de la formación de los Sacerdotes y, con más veras de los Sacerdotes salesianos, no se debe delegar. Don Bosco formó directamente, desde niños y adolescentes, a quienes debían continuar su obra. El Libro de los Proverbios nos dice: Instruye al niño en su camino, que aún de viejo no se apartará de él (Prov 22,6).

 

8. Como estímulo a la Familia Salesiana y, como un modo de crear conciencia, ha propuesto la FUNDACIÓN apoyar inicialmente a los Seminaristas que están cercanos a la Ordenación sacerdotal; ¿no será necesario, con una mirada a largo plazo, desde la experiencia pedagógica de Don Bosco, volver a empezar con el sistema preventivo, con los Seminarios menores, los Aspirantados, para Sacerdotes y para Salesianos laicos? ¿No fue este el modo como los Salesianos y tantos adolescentes de nuestras obras en Colombia fuimos formados? ¿No será provechoso revivir esta memoria?

 

9. Además, ¿esta iniciativa de Rosemary León y del Padre Jaime no responderá en forma práctica a la necesidad de la Iglesia, de la Congregación, de nuestras Inspectorías en Colombia y en otras situaciones análogas?

 

10. ¡Supliquemos hoy al Señor, al Dueño de la Mies, que envíe operarios a su Mies, que nos ayude a ver y a decidir lo que verdaderamente es necesario para el ANUNCIO ENTUSIASTA DE LA BUENA NUEVA! Que este encuentro con el Padre Jaime a los dos años de su paso a la Casa del Padre, y en plena preparación para el BICENTENARIO del nacimiento de Don Bosco, una nuestras fuerzas para esta tarea, la tarea de la fe (2 Tes 1, 11). 

 

 ¡ALABADO SEA JESUCRISTO! (Padre Martín Alonso Pongutá Hurtado SDB).